Creo que el proceso de elección vocacional inicia en la niñez, cuando todos queremos ser astronautas, o bomberos, o lo que sea que son nuestros padres. A medida que vamos creciendo y madurando terminamos dejando esas opciones de lado, y nos inclinamos más por opciones “realistas” o “serias”, como algunos las llaman, dícese ingeniero civil, comunicador, o economista. Si dijéramos que este cambio se debe precisamente a la madurez psicológica que las personas alcanzan a la edad de los 16, 17 o 18 años; se podría decir que yo aun no maduro.
A los 5 años (según mi mamá, porque yo honestamente no lo recuerdo) yo decía que quería ser cantante. Ahora, a mis 16 años de edad, finalmente admito abiertamente que quiero estudiar música. Sin embargo, no soy de esas personas que pueden decir que “siempre supieron lo que querían estudiar”. Los últimos dos años, cada vez que alguien me preguntaba que quería estudiar, mi respuesta era simplemente un honesto “no lo sé”. Porque si bien amo la música; y no encuentro hasta ahora nada que me divierta más que tocar guitarra; y me siento totalmente feliz cuando canto alguna canción en mi cuarto; me habían metido en la cabeza la idea de que en nuestro país estudiar música equivale a “morirse de hambre”. Y por la situación económica de mi familia tampoco puedo darme el lujo de estudiar en el extranjero, así que me había resignado a considerar la música como mi hobbie por excelencia, y debía encontrar, al igual que el resto “una carrera seria”.
En mi búsqueda por una elección vocacional que combinara mis gustos, con mis habilidades y fuera “sustentable” termine repasando varias opciones, como la psicología, la docencia, el diseño gráfico, la comunicación audiovisual, e inclusive economía y matemática pura (cursos para los que aparentemente tengo una facilidad, pero no puedo decir que me emocionen mucho). El problema fue que con ninguno sentí ese “llamado vocacional” que caracteriza a personas como mi hermano, que están 100% seguras de que es lo que quieren estudiar y lo hacen con una motivación inconfundible.
Hace un par de semanas, sin embargo, después de investigar en la página de
Es así como finalmente llegué a la conclusión de qué es lo que quiero hacer con mi vida, y fue difícil darme cuenta, pero aun más difícil fue cuando se lo comente a mis papás, y su respuesta fue “no”. Más específicamente, fue un “aun no”, porque su preocupación por mi futuro, y los mismos prejuicios que yo tenía, les han hecho ponerme una condición: si quiero estudiar música, debo primero estudiar “una carrera de verdad”, la cual me ayude a subsistir, para luego poder vivir de lo que realmente quiero. Por eso estoy de vuelta en donde estaba hace 2 años, buscando alguna opción vocacional que me motive lo suficiente para soportar estudiarla por años, la única diferencia es que no la veré como lo que estaré forzado a hacer por el resto de mi vida, sino como el camino que debo seguir si quiero eventualmente estudiar lo único que verdaderamente me hará sentir que no estoy estudiando, sino viviendo y divirtiéndome.
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